26 febrero 2008

La correa de los críticos literarios


En relación al comentario de Isabel-Clara Simó en el que denuncia que los críticos han hecho una "capilla", en la que defienden las ideologias paralelas a sus editoriales y rechazan las de la competencia, considero que es el cruel reflejo de la industria mediática de este país.

Es de sobra conocido que existe un poderoso oligopolio en el mundo de la comunicación, ya que es paupérrimo el número de grupos de empresas informativas que están compuestas por diferentes medios de comunicación que abarcan todas las disciplinas y llegan a todos los rincones del territorio español. Los grandes grupos mediáticos se diferencian, básicamente, por sus discrepancias ideológicas y tienen el objetivo de atraer al consumidor para que a su vez, no se alíe con el grupo rival.

Por lo tanto, cada componente de ese gigante mediático es simplemente una pepita de oro que siempre se filtra por el tamiz de sus superiores para formar parte del tesoro. Esta sumisión de los creadores culturales provoca un enorme deterioro de la cultura porque estamos hablando de manipulación y no de subjetivación.

Los intereses comerciales de los gigantes informativos ven impensable que uno de sus miembros tire piedras contra su propio tejado al criticar negativamente un producto que esté conectado a su red de medios. Cada araña(grupo) mediática ha hilado una densa telaraña compuesta por diferentes medios que atrapan y critican a las moscas, la competencia.

Para evitar la manipulación y defender la auténtica libertad de expresión hay que alabar a aquellos periodístas que expresan sus opiniones libremente, sin tener por qué seguir las ideas de su capilla, de su grupo mediático. Toda esta generalización me lleva a decir que los grupos de opinión facilitan la comunicación, sin embargo, estos deben tener carácter democrático y no excluir a los rivales (pero en el fondo compañeros) para crear un producto cultural plural.


Consiguiendo una pluralidad en los medios de comunicación, se alcanzarán opiniones más reposadas, libres y subjetivas que beneficiarán a los productos culturales, ya sean periódicos, programas radiofónicos o televisivos; o libros. En conclusión, las capillas de opinión son lícitas siempre y cuando tengan una postura justa, fundamentada con sus críticas.

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